martes, 3 de junio de 2008
Un poema de Jaime Gil de Biedma
IDILIO EN EL CAFÉ
Ahora me pregunto si es que toda la vida
hemos estado aquí. Pongo, ahora mismo,
la mano ante los ojos -qué latido
de la sangre en los párpados- y el vello
inmenso se confunde, silencioso,
a la mirada. Pesan las pestañas.
No sé bien de qué hablo. ¿Quiénes son,
rostros vagos nadando como en un agua pálida,
éstos aquí sentados, con nosotros vivientes?
La tarde nos empuja a ciertos bares
o entre cansados hombres en pijama.
Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio
arriba, más arriba, mucho más que las luces
que iluminan a ráfagas tus ojos agrandados.
Queda también silencio entre nosotros,
silencio
y este beso igual que un largo túnel.
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2 comentarios:
Al leer el poema me ha recordado a otro poema de Iribarren llamado "Vidas", salvo que hablan de cosas que suceden en cafeterías o bares, poco más tienen que ver.
¿Alguien se habrá molestado alguna vez en hacer una recopilación de poemas que hablan de o se produzcan en esos lugares? Supongo que no, pero seguramente sería algo interesante.
Pués sí, seguro que hay muchos que han sido escritos en servilletas :-)) y sobre bares se me ocurre este de JL Piquero (esto es sólo un fragmento, es mucho más largo):
¿Recuerdas una tarde que estuvimos en ese bar que no me gusta, en
Foncalada,
entre viejos que leían periódicos temblones y una mujer absurda
merendando.
Y tú firmabas sobre una servilleta, una vez y otra vez, una vez y otra
vez, como una autómata, silenciosa y mecánica.
Era cualquier enfado. No recuerdo ni cuándo sucedió.
Pero mi miedo y yo fingíamos mirar algo muy importante, un cartel,
nada, más allá de la barra o en la puerta,
para no ver el signo multiplicado de tu soledad,
esa oscura manera en que tú te afirmabas sobre un mundo inseguro
que te daba la espalda.
[...]
o este de Héctor Pérez Iglesias
La chica del colacao
en la barra del bar sonríe como uno de esos relámpagos
que anteriormente enciende el cielo
barniza con un estremecimiento fluorescente la noche.
La preciosa chica
del colacao en la barra del bar
un viernes cuando son ya casi las dos
sonríe aunque el frío y sus dedos entorno a la taza
son delgados como caricias que se desperezan.
Afuera comienza a lloviznar.
Tal vez nieve.
Sin duda con este frío
lo que más apetece es tomarse un colacao bien caliente.
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